martes, 8 de abril de 2008

COMERCIO POPULAR por Gabriela Soto Kallens y Javiera Silva

I) Tradición e identidad popular.
El origen del comercio ambulante en Chile, podría situarse a eso del siglo XVIII y XIX. A cargo de él estaban las familias campesinas, quienes al no tener un lugar específico para el intercambio de sus productos, lo hacían en sus mismas casas o yendo de un lugar a otro dentro de la población popular-rural. “El comercio popular tenía lugar en todas partes, constante y simultáneamente, sin converger a lugares específicos ni fechas específicas”. [1]
Más tarde al comercio popular se le asignó sitios establecidos para la venta de productos, Mercados o Ferias, llamados por entonces “Cañadas” [2] (pues el nombre obedecía a una tradición española). En esta instancia y por las circunstancias dadas de generar un lugar fijo para este tipo de actividad, sería posible decir que el comercio ambulante se habría desintegrado.
Sin embargo, bastó que llegaran peones rurales y urbanos para que reinauguraran este dinamismo. Ellos fueron los “regatones”, quienes compraban productos a los campesinos en el mercado y luego los revendían en la urbe a un precio un poco más caro. El comercio “regatón” fue, entonces, el comercio ambulante [3].
Símil actividad es la que hoy en día desempeñan los coleros en las ferias de las ciudades. La relación que hacemos con los regatones, es por el carácter de “ilegitimidad” que ellos representaban. Ambos están al margen de la ley. Porque si bien, los feriantes de aquella época no obtenían ningún permiso para ejercer su labor, si tenían un lugar específico para hacerla, que era el mercado. En cambio, los regatones no presentaban ninguna de estas características. En la actualidad los coleros si tienen un lugar relativamente definido, pero, cumplen una función completamente ilícita, que corresponde al comercio ambulante.
[1] Salazar, Gabriel, “Ferias libres: Espacio residual de soberanía ciudadana”, ed. Sur, Santiago, 2003, pp. 37.
[2] Ibíd.
[3] Ibíd., pp.38.

Más allá del carácter, legal o ilegal, que esta actividad posea actualmente, continúa siendo una actividad del bajo pueblo, mantiene su tradición e identidad popular.
Al acudir a la Feria persa Las nieves, como a cualquier otra, encontramos que en ella se genera algo particular. Es la mismísima idiosincrasia popular. Y está allí, donde se crea y se desenvuelve: en la calle. Así lo describió una trabajadora: “El ambiente que se da acá es de amistad, unidad, siempre hay bromas, nos saludamos todos con amabilidad, es de cariño y es de relajamiento para cada uno de los que venga, ya sea a trabajar o a pasear”. [4]
Las ferias de coleros representan todavía un espacio de desenvolvimiento popular, la gente acude a ellas no solo con el fin de comprar, sino que también, con el objetivo de pasear, entretenerse o incluso liberarse de las presiones rutinarias. Al igual que las del siglo XIX que “Representaban asimismo válvulas de relajación social y cultural de la ciudadanía, especialmente de la clase popular” [5].
Comercio regatón en el siglo XIX.
(Extraído de http://www.bifurcaciones.cl/001/rese/PP_MC0003115.jpg )
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[4] Entrevista a Adriana Rebolledo, colera. 20 de enero de 2008.
[5] Salazar, Gabriel, op.Cit, pp. pp.39.

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